Trapos rojos rotos por la guerra. Levantar dedos de familia y coleccionarlos como si fueran canicas. Tirarlos contra la pared para ver si rebotan, para ver si un recuerdo estalla y toda la gente extirpada vuelve a las ruinas de sus cuerpos.
Ser niño solo y juntar los restos de la vida entre cadáveres de rostros conocidos.
Ser niño, cerrar los ojos y aceptar, tener que aceptar, que todo está perdido.
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