domingo, 28 de septiembre de 2008

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En aquella calle no había muertos enterrados en el aire. En aquella calle había una mujer con nueve hijos, gorda, con ancas de mono blando, cruel, que robaba en el peso con una balanza falsa, tenía un tajo, era una continuación de carne que vendía, ella. Se sentía la conexión clara entre la carne de animales enteros y la carne de aquella mujer cuando ella tomaba la enrome cuchilla y cortaba:

- ¿Es suficiente así?

Y ella trataba mal a los más débiles, y adulaba a los otros, era igual a muchos, pero era gorda y fea, tenía nueve hijos, y a veces los torturaba con pequeñas cosas, insignificantes.

Cuando encontraron al viejo en el basurero (después de buscarlo tanto) esa mujer pensó sin decirlo: ¡el viejo no compraba carne desde hacía años, no tenía dientes! Y este pensamiento le dio deseos de reirse a carcajadas, pero no lo hizo, porque en medio de la confusión del descubrimiento del cuerpo una persona lloraba (era el hijo del viejo) y ella entonces pensó: ¡Esto es algo serio! Y se quedó atenta, sin pensar en nada para no distraerse, observando todo, viendo la tristeza de los otros, a ver cómo era.


*Gonçalo Tavares ("La mujer". Agua, perro, caballo, cabeza.)