jueves, 14 de enero de 2010

Es hora de confesarlo: soy una boluda con tendencias secretas a tratar a algunos objetos inanimados como si tuvieran vida.
A veces, por ejemplo, cuando tengo una de esas bolsitas de palitos o manies y meto la mano adentro, imagino a todos los palitos o manies sufriendo para que no los agarre. Cuando ya tengo un manojo en los dedos y los voy sacando, imagino cómo los demás sufren por la pérdida de sus compañeros.
Y no te explico cuando me los meto en la boca...
En la oficina, si tengo que agarrar un clip del montoncito para enganchar hojas, se pelean entre ellos por salir del encierro que significa el cajón y cuando ya tengo uno en mano, el resto lo ovaciona por ser el elegido, el que saldrá a conocer el mundo real (lo que ellos no saben es que seguramente termine deformado por algun oficinista aburrido o tirado en el fondo de algún tacho).
También esto de dramatizar las situaciones me sucede con los bichos. Si bien nos estamos saliendo de la categoría objetos, todos sabemos que en el momento de matar un insecto nadie lo piensa dos veces...
Quien me conoce un poco sabe que ni en pedo toco un bicho que supere el tamaño de una uña, que cuando se me acerca algún insecto superior a ese tamaño pego un grito acompañado de un saltito (el diminutivo depende de la cecanía y del tipo de insecto). En pocas palabras... sabemos que me incomodan irracionalmente. Pero a veces imagino a los compañeros de las polillas llorando por sus compañeras estampadas en alguna pared o ventana.. o a la comunidad de hormigas de luto por sus pobres compañeras trabajadoras aplastadas por un pie gigante.

En fin, para quienes de vez en cuando el imaginario se les escapa un poco de las manos y están ahí, knocking on stupidity's door, les recomiendo no leer Macanudo.... es peor.