miércoles, 31 de diciembre de 2008

Shut your mouth and open your eyes.

viernes, 12 de diciembre de 2008

"Pelotuda la plata"

Un despiste lo puede tener cualquiera. Está bien, yo no soy el ejempo de la perfección pero considero que tampoco soy un desastre ambulante.
El otro día subí a lavar ropa. Los lavarropas, los dos, son de todo el edificio. Es decir, cualquiera puede hacer uso de ellos siempre y cuando respete las relgas implementadas hace unos meses (no meter monedas, no dejarlo 3hs funcionando, no olvidarse carilinas o sobrecargarlo, etc). El otro día, apurada, subí ropa. Esperé un rato mientras continuaba mis labores hogareñas (barrer, planchar, secar el piso, etc) y cuando vi que se aproximaba la hora, el minuto de retirar mi ropa, subí al piso ocho, el piso común.
Al llegar al sector lavarropas, me encuentro con una carta cuya letra delataba esquizofrenia, como mínimo, que gritaba en mayúsculas "Pelotuda la plata". Con esto la vecina me avisaba amablemente que me había olvidado dos bartolomemitres en el bolsillo delantero derecho, donde pongo la plata que no quiero que se me caiga, y como los bartolos son los billetes que más manejo (lamentablemente) los encanuté tan bien que olvidé sacarlos.
Con el corazón lleno de impulsos homicidas tomé el ascensor y me dirigí ensayando una sarta de insultos diplomáticos hacia la vecina del 3 B.
La vecina del 3 B no sólo es asquerosamente facista y controladora, sino que también es una encontradora de errores profesional. Es de esas personas que se esmeran en encontrarle el error al otro y a Flor y a mí ya nos ha encontrado muchos, cosa que me hace dudar si es que es verdaderamente una profesional o si se ha buscado un target sumamente fácil.

Le toqué el timbre hasta cansarme. Como en el fondo dudaba un poco (muy poco) de la concordancia obvia entre letraesquizofrénica-señoradel3B, le toqué el timbre a la Sra. de los chihuahuas, la del 3A, para que haga un reconocimiento de caligrafía. Escuché que una vez le dijo a Flor que la señora le dejaba notas bastante disparatadas, por lo tanto ella me sacaría aquella duda ínfima. Pero la señora de los chihuahuas estaba en Perú y nunca pudo abrirme la puerta.

Como no era la primera vez que se metía con nosotras, volví a la letra B y toqué el timbre, dos, tres veces. No sé si aluciné pasos aproximarse hacia la puerta pero, parte de mi ilusión o no, allí estaban. Sentía cómo los ojos se acercaban a la mirilla y pestaneában en silencio. Allí estaba la señora anti-negros, anti-desorden, anti-fiesta, anti-plantas, anti-perros, anti-humanos, aburrida, estúpida y solitaria, escondiéndose detrás de su puerta y de su letra, cagándome el plan "no guardarme más las cosas y decir lo que pienso en el momento oportuno".