La otra vez (en el entierro) pensaba, el pasto cortado prolijamente, como en las canchas de futbol (los ataudes también impecables) y toda la gente (no había mucha) pensando en el pasto (que estaba bien cortado)
Los caminos limpios, el cielo sin una nube y el ataud con el manto rosa. La despedida de Julieta a Romeo. El auto negro y
los destinos excesivos.
desde el resentimiento dijo:
no me gusta la gente que mira demasiado. La otra vez me sentí incómodo y observado por gente que no me conoce. Sentí verguenza y me irrité porque no quería ni sentía aprecio por (casi) nadie.
pocas personas en aquel lugar me importaban. Crucé un par de palabras absolutamente vacías y me volví cínico. Soberbio. Decidido a dar la vuelta e irme con la misma indiferencia con la cual había entrado, la sensación de vacío impidió mi partida y -en lugar de huir de aquel lugar repleto de miradas mentirosas- me quedé un rato más, contemplando con disgusto aquel círculo idiota.
Merezco este dolor de muelas-
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